Bayer-Monsanto. ¿Un matrimonio infernal?
Desde hace tiempo atrás ya se conocía que esta posibilidad existía, y que no se trababa de un objetivo lejano y futuro; las probabilidades de concretarse eran muy reales, y así sucedió.
Aunque Bayer tuvo que modificar varias veces su oferta desde mayo, finalmente Monsanto ayer dio el «Sí» y el matrimonio quedó consolidado. El gigante alemán Bayer compró al enorme estadounidense dando vida a una fusión que causa escozor de sólo pensarla.
¿Qué podría suceder si una farmacéutica se fusionara con una de las compañías multinacionales más cuestionadas por causar graves enfermedades con los agroquímicos que comercializa? ¿Será peor el remedio que la enfermedad? ¿Realmente podríamos creerle al slogan “Si es Bayer, es bueno”?
Éstas y otras preguntas aparecen en nuestros pensamientos frente a la noticia de la fusión que se hizo públicamente conocida en el día de ayer.
El acuerdo para la compra de Monsanto fue cerrado en alrededor de 128 dólares por acción (un total de 66.000 millones de dólares) y se espera que se consolide completamente antes del 2017. Ambas compañías tendrán juntas 25.800 millones de dólares de negocios por año. La pregunta que se abre es a costa de qué.
“Juntos podríamos sacar provecho del bagaje colectivo de conocimientos y experiencia de ambas empresas para crear un líder en el sector agrícola con una capacidad excepcional de innovación para beneficio de agricultores, consumidores, empleados y los entornos en los que operamos”, señaron desde Bayer.
Porque, aunque sea reconocida por su producción de medicamentos, la compañía alemana también se dedica a la producción e investigación de semillas, pesticidas, abonos e ingeniería genética. Se calcula que si bien el 49% de su negocio es el sector médico; un 26% corresponde a materiales científicos y un 22% a la «ciencia de los cultivos».
Y en esto Monsanto aparece como el aliado ideal que implicaría una apuesta y cambio de foco en la compañía. Además, como ellos mismos mencionan, también los favorecería en cuanto a la posibilidad de aumentar su presencia en América, Europa, Asia y el Pacífico.
Este “matrimonio infernal”, como algunos lo llaman, es cuestionado por activistas del mundo entero, ya que implica la construcción de la compañía más grande de agroquímicos y semillas del mundo, con un enorme poder económico y una influencia muy extensa sobre la vida de muchísimas personas.
Pensemos solamente en el hecho de que el glifosato, componente activo principal del herbicida Round Up comercializado por Monsanto, ha sido incluso cuestionado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien lo catalogó como “probablemente cancerígeno para los humanos”.
Esto sin mencionar la modificación genética de las semillas y la lucha para darse con la propiedad intelectual que les permita cobrar regalías; lo cual crearía una mayor dependencia económica de los agricultores y la posibilidad de que desaparezcan las semillas nativas. En Argentina este tema está por ser presentado en el Congreso y puedes conocer más aquí.
Esto realmente trae mucha preocupación, ya que cuando desde Bayer señalan que: «La industria de la agricultura está en el corazón de uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo: ¿Cómo alimentar a un adicional de 3 mil millones de personas en el mundo para el año 2050 de una manera ambientalmente sostenible?», y la solución que proponen es una que ha enfermado a personas de todo el mundo, lo que se pone en juego es nada más y nada menos que nuestra alimentación y, por ende, nuestra salud en general.
Un mercado cada vez más monopólico, ¡de la vida!
Pero esta fusión no es el único caso. En 2014, Monsanto quiso adquirir a Syngenta, otra de las compañías rivales de semillas y pesticidas; pero finalmente a ésta la compró la multinacional química china ChemChina.
Del mismo modo, también, Dow Chemical, competidor de Bayer, se unió a Du Pont en una fusión; dejando configurado un panorama de alta concentración entre el sector de semillas y agroquímicos:
Se calcula que el 65,4% de la producción de agroquímicos estará desde ahora en manos de: ChemChina-Syngenta (25,8 %), Bayer-Monsanto (24,6%) y DuPont-Dow (15%). Por otro lado, el mercado de semillas quedará distribuido entre: Bayer-Monsanto (30,1%), DuPont-Dow (22,7) y ChemChina-Syngenta (7,9%).
Muy pocos, ¿no?
Monsanto y Bayer: Guerra de Vietnam y cámaras de gas
Si queremos saber cómo son estos dos gigantes, revisemos un poco su historia:
Monsanto ha estado comprometida en la elaboración del “Agente Naranja”, como ellos mismos señalan en su página web, desde 1965 hasta 1969. Pero dicho herbicida, aunque se justifiquen diciendo que: “Los militares de EE.UU. utilizaron el Agente Naranja de 1961 a 1971 para salvar las vidas de soldados de EE.UU. y sus soldados aliados deshojando la densa vegetación en las selvas de Vietnam y por lo tanto reduciendo las posibilidades de una emboscada”, bien es sabido que se usó para asesinar a alrededor de 400.000 personas y causó miles de malformaciones congénitas.
Bayer tampoco se queda atrás. Se conoce que la compañía IG Farben, dentro de la cual se encontraba Bayer, fabricó Zyklon B, un pesticida a base de cianuro que fue usado en las cámaras de gas durante la segunda Guerra Mundial.
Qué podremos esperar entonces de esta fusión, si ambas compañías operaron (y continúan haciéndolo) ejerciendo un poder tan fuerte de vida y de muerte. Un poder que la política y los gobiernos no pueden limitar; y que el activismo y la movilización deben hacer todo lo posible para denunciar y dar a conocer.