Las especies invasoras son un problema que crece día a día en la Argentina
«Las especies invasoras pueden competir con especies nativas consumiéndolas y depredándolas o pueden transferirles enfermedades», afirmó una investigadora del Conicet, a propósito del impacto negativo en la biodiversidad.
Las ardillas son uno de los animales más populares y cándidos de la narrativa infantil pero su irrupción en la Argentina en un número que llega a los 100.000 ejemplares despertó las alarmas de las autoridades sanitarias de cuatro jurisdicciones, quienes hace dos semanas advirtieron que aquellas de vientre rojizo son una de las especies invasoras del país y pueden comerse cables de telecomunicaciones, atacar sembradíos y transmitir leptospirosis.
Las ardillas de vientre rojizo no son las especies invasoras de la Argentina, pero sí constituyen una de las principales amenazas a la conservación de la diversidad biológica.
«Si se observa región a región y sistema a sistema siempre se encuentra alguna especie invasora causando problemas, ya sea con la biodiversidad puntualmente, en la salud de las personas o los animales o generando conflictos con el sistema productivo», introdujo a Télam Laura Fasola, doctora en Ciencias Bilógicas, investigadora de Conicet y coordinadora del Programa Patagonia de Aves Argentinas.
Según el Convenio de Diversidad Biológica, las especies exóticas invasoras son «aquellas plantas, animales o microorganismos trasladados de manera voluntaria o accidental más allá de sus límites naturales de distribución, cuya introducción y propagación amenaza los ecosistemas, hábitats o especies, produciendo daños económicos o ambientales».
En ese sentido, desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible sostienen que se trata de «una de las principales amenazas a la conservación de la diversidad biológica».
«En el caso de los moluscos la causa es involuntaria. Los barcos cuando parten de un puerto tienen agua de lastre que se usa para estabilizar la navegación. Antes lo que pasaba es que cuando llegaban al puerto destino, ahí descargaban esas aguas que venían con una carga de organismos de otra parte del mundo. Esa es una de las causas por las que muchos puertos del mundo hoy tienen fauna que no tiene nada que ver con esos lugares y generan un montón de problemas y pérdidas económicas en el mantenimiento de las áreas portuarias», explicó Fasola.
Las especies invasoras pueden traer una multiplicidad de problemas, entre ellos su impacto negativo en la biodiversidad, conforme a la investigadora del Conicet.»Pueden competir con especies nativas consumiéndolas y depredándolas o pueden transferirles enfermedades. En esos casos terminan provocando una reducción en las poblaciones de las especies autóctonas e incluso poder llegar a situaciones de extinción», alertó.
Además, las especies que fueron introducidas por las personas son causa de efectos sobre la salud humana.En ese sentido, Fasola detalló: «Los mosquitos que transmiten enfermedades emergentes como el zika, la fiebre amarilla, el dengue, son todos mosquitos de origen africano que llegaron a estos ambientes».
Asimismo, un tercer problema es el impacto en los sistemas productivos.Un ejemplo de ello son los invertebrados que se han traído para mejorar la polinización de algunos cultivos, lo cual «terminan afectando a los nativos, incluso haciendo colapsar todo el sistema de polinización de cultivos en sí», graficó Fasola.
La formas de control de las especies invasoras «dependen de la especie invasora con la que se está trabajando, del ambiente y del objeto que se busca preservar, ya sea una especie autóctona, la salud humana o un sistema productivo», explicó la especialista.
Marta Lirrazalde, en su artículo «Especies exóticas invasoras (EEI) en Argentina: categorización de mamíferos invasores y alternativas de manejo», enumeró cuatro alternativas para enfrentarlas: la erradicación, la contención, el control y la mitigación.
La primera de ellas es la que ha causado más polémica y hace referencia a «eliminar hasta el último individuo de la población de la especie invasora», explicó Fasola.
Esta estrategia -continuó- «ha sido exitosa en muy pocos casos, generalmente se asocia a lugares como islas. A nivel global, las posibilidades de erradicación son casi nulas porque vivimos en continentes entre los cuales estamos súper conectados, entonces eliminar esas fuentes de reinmigración es muy difícil».
En mayo del 2020, el Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), organismo dependiente del Conicet con sede en Ushuaia, decidió erradicar una plaga de conejos silvestres mediante la fumigación con gas fosfina, lo cual despertó una polémica con asociaciones protectoras de los animales que llevaron el tema a la justicia y lograron frenar la medida por el momento.
Según el Cadic, los conejos construyen madrigueras que ponen en riesgo los cimientos del edificio de la institución, ubicado en las inmediaciones de la bahía de Ushuaia, además de generar daños ambientales al ecosistema de la zona.
Desde la Asociación de Abogados y Funcionarios para la Defensa de los Animales (Afada), una de las organizaciones que presentaron la cautelar, dijeron a Télam que la erradicación amenaza la «fauna silvestre y la diversidad biológica», que viola derechos fundamentales básicos y un abanico de normativas y que la sustancia pensada para la fumigación resulta «altamente tóxica para cualquier ser vivo».
Entre las conclusiones de su artículo, la investigadora Marta Lirrazalde considera que «no cabe duda que impedir la introducción de especies siempre debe ser la primera opción y la más rentable». Y agrega: «sin embargo, no ha sido la situación de referencia en la Argentina, por lo cual la situación generada por las EEI en nuestro país es complicada para proponer soluciones rápidas a una situación por demás perentoria».
Fuente: Telam