Las plantas pueden sentir
Las plantas siguen siendo un gran misterio para la ciencia. Por bien que creamos conocerlas, siempre hay mucho más por descubrir, y en muy distintos sentidos lo conveniente es aplicar aquella máxima socrática del “solo sé que no sé nada”.
En ella se afirmaba no dar por seguro nada más allá del propio reconocimiento de la ignorancia. Y algo así ocurre con tantos y tantos asuntos científicos, basados en paradigmas y suposiciones que a menudo están cimentados sobre arenas movedizas.
En lo que respecta a las plantas, la ciencia ha errado en numerosas ocasiones, dando por supuesto lo que no era o llegando a conclusiones alejadas de la verdad. Esa verdad todavía escondida que aún tiene tantos secretos por revelar.
Desde este enfoque, teniendo en cuenta que nada puede afirmarse con absoluta certeza, enfocamos este nuevo hallazgo sobre las plantas, el enésimo intento de la ciencia por responder a la eterna pregunta sobre si las plantas sienten, interactúan entre ellas y con otros seres vivos, entre ellos con los humanos.
No porque sea un planteamiento dudoso sino, sobre todo, por su potencial para hacernos pensar de manera muy diferente sobre nuestras interacciones con las plantas que nos rodean y el mundo vegetal en general.
Responden a los estímulos
¿Pero, de qué sentimiento hablamos? ¿Cuál es su manera de sentir? El último estudio que ha hecho luz al respecto concluye que responden al tacto. Llevado a cabo por la Universidad de Australia Occidental (UWA) y publicado en la revista Plant Physiology, el trabajo se centró no tanto en señales visibles, sino en la respuesta genética.
Puesto que no encontraron señales perceptibles, observaron cómo los genes de plantas se expresan de manera diferente después de ser estimuladas por algún agente externo.
Los cambios genéticos se detectaron pocos minutos después de pulverizarlas con agua, tocarlas con los dedos, con unas pinzas o tras caer la sombra sobre ellos y su duración no fue mayor de media hora, con lo que cabe afirmar que las plantas cambian en respuesta a los estímulos exteriores.
“Los estímulos pueden responder igualmente a fenómenos naturales, como la lluvia, el viento o un insecto se posa sobre ellas o las ataca”, explica Olivier Van Ake, líder de la investigación.
Yendo mucho más allá, este mismo centro anteriormente apoyó la idea de que las plantas, piensan, tienen memoria, se comunican entre ellas y sienten emociones. Al margen de que estas conclusiones cuenten con más o menos consenso, su línea de investigación es recurrente, e importantes los avances de la UWA.
Es más, nadie puede afirmar que no sea cierto que las plantas puedan sentir desde felicidad o miedo o sentirse estresadas. A su manera, qué duda cabe, de igual modo que nosotros lo hacemos a la nuestra. Según Van Ake, son muy sensibles como respuesta a la necesidad de desarrollar un fuerte sistema defensivo para adaptarse y protegerse.
Aunque la gente generalmente asumen que las plantas no sienten cuando están siendo tocadas, no es así. El estudio demuestra que en realidad son muy sensibles a ella y pueden redirigir la expresión génica, la defensa, y potencialmente su metabolismo a causa de ello.
El experto también explica que , a diferencia de los animales, las plantas son incapaces de huir de condiciones perjudiciales, lo que les ha obligado a desarrollar complejos sistemas de defensa contra el estrés:
Lo hacen para percibir su entorno y ayudarles a detectar el peligro y responder apropiadamente (…). Mientras que las plantas no parecen quejarse cuando pellizcamos una flor, pisarlas, o simplemente caminar sobre ellas al ir a dar un paseo, son plenamente conscientes de este contacto y están respondiendo rápidamente a nuestra actuación.
Hablan y responden a la música y las caricias
En un estudio anterior, llevada a cabo por científicos de la Universidad de Basilea, en Suiza, se halló la razón por la que los árboles se ayudaban mediante el intercambio de carbono gracias a los hongos, en una suerte de simbiosis que a todos beneficiaba.
El intercambio de carbono entre árboles vecinos, incluyendo aquellos que estaban más alejados, se explicaba gracias a las micorrizas, el nombre que reciben esos lazos de comunicación que les permiten “hablar” entre ellos a través del suelo.
Por otra parte, la ciencia también ha descubierto que emiten sonidos y responden a frecuencias que para nosotros son inaudibles. En el mismo sentido, numerosos estudios han demostrado que las plantas que reciben más estímulos “positivos” crecen más y más rápido que aquellas otras que no lo hacen y/o están en un ambiente más aislado.
Las plantas pueden sentir Hablarles, leerles un poema, ponerles música clásica o cantarles será mucho más efectivo que someterlas a una polución acústica, concluye una investigació dirigida por Dorothy Retallack, autora del libro “The Sound of Music and Plant”.
Plantas robóticas
Incluso las plantas robóticas, concretamente las inventadas por el artista japonés Akira Nakayasu, están diseñadas según este modelo de vegetal sensible e inteligente. En este caso, cada una de sus 169 hojas está motorizada y dotada de un efecto memoria para conseguir un efecto sorprendente a partir de la interacción que establece con el movimiento de la mano.
Su objetivo, emular la visión de la hierba mecida por la brisa, está más que logrado, como puede verse en el vídeo. Por cierto, la inclusión de la fotosíntesis inversa en su mecanismo podría ser el complemento perfecto para que el invento fuese además de decorativo y concienciador, un pequeño generador de energía verde.
Fuente: ecologiaverde.com | Ana Isan