Los árboles porteños modificaron su ciclo biológico por el cambio climático

Un estudio de la FAUBA observó que algunas de las principales especies forestales que crecen en la ciudad de Buenos Aires comienzan a brotar hasta un mes antes que seis décadas atrás, como una reacción al aumento de la temperatura.
En las últimas décadas, el cambio climático y el crecimiento de la superficie edificada en la Ciudad de Buenos Aires provocó un aumento en la temperatura de las áreas urbanas y, según un estudio reciente, este fenómeno también habría motivado cambios en el comportamiento de distintas especies que componen el arbolado urbano. Investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) evaluaron cómo algunos de estos árboles modificaron ciertos parámetros de su ciclo biológico, como la brotación, lo cual podría beneficiar o dañar la vida de las plantas, según la especie.

En total se relevaron 12 especies forestales ornamentales. En casi todos los casos se observó un adelanto entre 20 días y un mes en la brotación
El estudio llevado a cabo por Carnelos involucró el relevamiento de 12 especies forestales de diferentes características que crecen en el predio de la FAUBA de la Ciudad de Buenos Aires, sobre las cuales se disponían de datos fenológicos históricos tomados por Servicio Meteorológico Nacional (SMN) entre 1947 y 1956. La mayoría de estas especies son exóticas, pero a la vez son muy comunes en el arbolado urbano de CABA, como el jacarandá, el palo borracho, los plátanos, liquidámbar, el acer, la acacia, el lapacho rosado y los tilos.
“En 2014 arrancamos con las observaciones fenológicas junto a Guillermo Murphy, profesor de la cátedra de Climatología y Fenología Agrícolas de la FAUBA, estudiando las respuestas de las plantas a los cambios del ambiente, con el objetivo de evaluar si habían ocurrido modificaciones en la brotación y en la floración de diferentes especies forestales”, explicó Carnelos y agregó: “Quisimos ver si se habían modificado las secuencias fenológicas, las fechas medias de brotación y de floración”, respecto de los datos presentes en los boletines que emitía semestralmente el SMN décadas atrás.

“Este trabajo sirve para alertar que al modificar los espacios verdes en la ciudad, también se están provocando cambios en el ciclo y en la brotación de estas especies. En algunos árboles puede traducirse en beneficios y en otros casos puede deteriorarlos”, dijo el investigador
El docente advirtió que en otras zonas de la ciudad de Buenos Aires se podría repetir este fenómeno con más intensidad: “Si bien el predio de la FAUBA está dentro de CABA, allí se genera un microclima. En general, en la ciudad es más marcada la diferencia. Cuando iniciaba la floración en los jacarandá que están dentro de la Facultad, en otros barrios de la ciudad los ejemplares de esta especie ya habían pasado la plenitud de floración. O sea que si dentro de la Facultad se alargó el período de crecimiento, en el arbolado urbano de la ciudad seguramente haya diferencias”. Además destacó que al menos hasta ahora las investigaciones si limitaron al predio de la UBA porque los datos históricos del Servicio Meteorológico fueron tomados en ese mismo lugar y en el Jardín Botánico Carlos Thays.
“Hace falta repetir el relevamiento más años para darle robustez a los datos”, afirmó. Actualmente se está avanzando en una segunda parte del trabajo, que consiste en el estudio de la floración de las especies forestales, a cargo de Gonzalo Fernández Zapiola, estudiante de la carrera de Ciencias Ambientales y ayudante de la cátedra.
Cambia el clima, cambian las plantas
El investigador también vinculó los resultados de su estudio con los cambios en el clima observados por otros trabajos de la Cátedra de Climatología, como los realizados por los docentes e investigadores Murphy y María Elena Fernández Long. “Desde 1950 hasta 2018, sobre todo en los meses de brotación (agosto-noviembre), hubo un incremento promedio de la temperatura mínima de 0,03 grados por año. Otros trabajos registraron una reducción de 5,7 horas por año en las horas de frío entre 1911 y 1998. Entonces hay menos disponibilidad de frío para las especies que lo requieren. Por otro lado, al aumentar la temperatura mínima también se alargó el período de crecimiento. Otro estudio indica que se acortó el período con heladas, que se refleja sobre todo al iniciar más temprano y finalizar más tarde la estación de crecimiento”, detalló.
“Si aumenta la ventana de crecimiento, muchas especies van a crecer más. Pero muchas especies exóticas, originarias del Hemisferio Norte, tienen requerimientos de frío o no toleran altas temperaturas, lo cual implica que un ginkgo, por ejemplo, podría ser afectado por exceso de temperatura, o que no tenga una buena fase de floración por falta de requerimientos”, dijo y añadió: “Aunque el razonamiento no debería ser tan lineal porque cada especie tiene diferentes requerimientos bioclimáticos y quizás la ausencia de un estímulo puede suplirse con la mayor disponibilidad de otro”. Estos aspectos podrían ser incorporados a investigaciones futuras.
Fuente: Sobre la Tierra