El boom de la soja devora una vasta zona ecológica tan vital para Brasil como el Amazonas
Cuando el agricultor Julimar Pansera compró tierras en el interior de Brasil hace siete años, estaban cubiertas por hileras de árboles frutales, arbustos y alguna que otra palmera que sobresalía entre una vegetación de escasa altura.
Cortó la mayor parte de esas plantas, las quemó y comenzó a plantar soja. En la última década, él y otros en la región han deforestado un área más grande que Corea del Sur.
Las permisivas políticas sobre el uso de la tierra y el bajo precio de la superficie agrícola han contribuido a convertir a Brasil en una superpotencia agraria, el mayor exportador mundial de soja, carne de res y pollo y un importante productor de carne de cerdo y maíz.
El potencial de este área también ha atraído a granjeros y ganaderos lejos de la selva amazónica, cuyo aumento de la deforestación provocó un clamor mundial para su preservación.
El agricultor Julimar Pansera en plena cosecha de soja, cerca del pueblo Campos Lindos, en Brasil
Según los ecologistas, este intercambio ha significado una ralentización de la destrucción del famoso bosque tropical en Brasil tras llegar a sus peores niveles, pero ha puesto en riesgo otra zona ecológica vital: una vasta sabana tropical que alberga al 5 por ciento de las especies del planeta.Conocido como el Cerrado, este hábitat perdió más de 105.000 kilómetros cuadrados de cubierta vegetal nativa desde 2008, según cifras del gobierno. Eso es un 50 por ciento más que la deforestación observada durante el mismo período en el Amazonas, un bioma más de tres veces mayor.
Considerando el tamaño relativo, el Cerrado está desapareciendo casi cuatro veces más rápido que la selva lluviosa. La mayor sabana de América del Sur es un depósito vital de dióxido de carbono, el gas de efecto invernadero que proviene de los combustibles fósiles y de la deforestación y cuyas crecientes emisiones están calentando la atmósfera mundial.
Las autoridades brasileñas afirman que la protección de la vegetación nativa es fundamental para cumplir con sus obligaciones en virtud del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Pero los científicos advierten que el bioma ha llegado a un punto de inflexión que podría complicar los esfuerzos de Brasil y empeorar el calentamiento global.
Al enfocarse en un problema, Brasil esencialmente creó otro, dijo Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigación Ambiental Amazónica, una organización sin fines de lucro conocida como IPAM.
«Hay un alto riesgo climático asociado a esa expansión», dijo Alencar. «El proceso de limitar y llamar la atención sobre la deforestación en la Amazonía obligó a la industria y al agronegocio a expandirse en el Cerrado».
Arroyos y manantiales llenos de lodo
Los efectos ya se pueden apreciar en los recursos hídricos de la región. Los arroyos y manantiales se están llenando de lodo y comienzan a secarse a medida que desaparece la vegetación que los rodea.
Eso está debilitando el nacimiento de ríos vitales que fluyen hacia el resto del país, según los científicos. Entre las vías fluviales en peligro están el Sao Francisco, el río más largo de Brasil fuera de la región amazónica, donde los niveles de agua están llegando a mínimos nunca vistos en la estación seca.
«El retiro de la vegetación puede llevar a un cuerpo hídrico a la extinción», señaló Liliana Pena Naval, profesora de ingeniería ambiental en la Universidad Federal de Tocantins.
La fauna también está amenazada, incluidos los guacamayos jacinto, los lobos de crin y los jaguares que viven en la sabana. También lo están miles de plantas, peces, insectos y otras criaturas que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo, muchas de las cuales apenas comienzan a estudiarse.«Yo lo comparo mucho con lo que representó el incendio de la biblioteca de Alejandría en la antigüedad. Cada vez que se quema o destruye el Cerrado, se está perdiendo un cúmulo de información evolutiva de miles de años que no podrá ser recuperada», dijo Mercedes Bustamante, una ecologista en la Universidad de Brasilia.
Los agricultores consideran que el desarrollo del Cerrado es fundamental para la seguridad alimentaria mundial y la prosperidad de la nación.
El sector agrícola de Brasil creció un sólido 13 por ciento en 2017, mientras que la economía en general apenas se movió. La capacidad de la nación para seguir produciendo nuevas tierras de cultivo a bajo precio le ha dado una ventaja sobre sus rivales y consolidó su condición de proveedor vital para las mesas del mundo.
«¿Se imagina cuánto hambre más habría si no fuera por toda la producción de Brasil?», dijo el agricultor Pansera.
La revolución verde
Con un tamaño parecido al de México, ubicado en las regiones centrales de Brasil desde sus márgenes occidentales con Paraguay y extendiéndose al noreste hacia la costa atlántica, el Cerrado ha visto cómo cerca de la mitad de los bosques y pastizales nativos se han convertido en granjas, tierras de pastoreo y áreas urbanas en los últimos 50 años.
La deforestación en la región se ha desacelerado desde principios de la década de 2000, cuando el auge de la soja en Brasil estaba ganando fuerza. Aún así, los agricultores continúan arando grandes extensiones nuevas del bioma, impulsados en gran medida por la demanda china de carne y granos brasileños.
La nación asiática es el principal comprador de soja de Brasil para el engorde de sus propios cerdos y pollos. China también es un importante comprador de carne de cerdo y de vacuno y de aves de corral brasileñas para satisfacer los gustos de sus consumidores, cada vez más prósperos.
Las crecientes tensiones comerciales entre China y Estados Unidos han profundizado este vínculo. En valor, las exportaciones brasileñas de soja a China han aumentado un 18 por ciento en los siete primeros meses del año, ya que los compradores chinos han cancelado contratos de decenas de millones de dólares con proveedores estadounidenses.
«La agricultura en el Cerrado significa eso para nosotros, hizo que Brasil subiera de nivel», dijo a Reuters el ministro de Agricultura, Blairo Maggi. Conocido como «el Rey de la Soja» de Brasil, Maggi es un multimillonario cuya familia dirige una de las mayores operaciones privadas de soja en el mundo, gran parte en el Cerrado. Maggi dijo que los productores respetan los límites legalmente permitidos para la deforestación. La ocupación «racional» que hacen del Cerrado ha ayudado a la economía de Brasil, aseguró.Los agricultores han emergido como una poderosa fuerza política empeñada en mantener el campo brasileño abierto a los negocios. Los legisladores que integran la bancada favorable a la agricultura, que representa más del 40 por ciento del Congreso de la nación, han liderado el desmantelamiento de las leyes ambientales en los últimos años.
Entre sus iniciativas destacan la flexibilización en 2012 del emblemático Código Forestal brasileño, que establece los requisitos para la preservación de la vegetación nativa.
El cambio redujo las posibles sanciones a los agricultores, ganaderos y madereros acusados de deforestación ilegal en el pasado y facilitó el proceso para que los terratenientes despejen sus propiedades. La deforestación anual en la Amazonía el año pasado aumentó un 52% desde un mínimo histórico en 2012.
Aún así, las protecciones ambientales siguen siendo sólidas en Brasil. Los agricultores de la selva lluviosa están obligados por ley a conservar el 80 por ciento de la vegetación nativa en sus parcelas. Y los comerciantes mundiales de granos acordaron voluntariamente en 2006 dejar de comprar soja cosechada en áreas recientemente deforestadas de la selva amazónica.
Agua y vida silvestre bajo amenaza
Los ecologistas dicen que los boscosos pastizales del Cerrado no han logrado captar la atención pública de la misma manera que las exuberantes junglas del Amazonas.
Lo que muchos no ven, señaló ella, es la conexión entre la carne procedente de animales alimentados con soja en sus platos y el declive constante de uno de los grandes captadores de carbono del mundo, un baluarte contra el calentamiento global.
En el Cerrado, las plantas introducen sus profundas raíces en la tierra para sobrevivir a las sequías y los incendios estacionales, creando una vasta red subterránea que algunos han comparado a un bosque al revés.La destrucción de la vegetación de superficie y la consiguiente muerte de la vida subterránea liberaron 248 millones de toneladas de gases de efecto invernadero en la atmósfera en 2016, según estimaciones del grupo conservacionista brasileño Observatorio del Clima.
Eso es aproximadamente dos veces y media las emisiones anuales del tubo de escape de todos los automóviles en Brasil. Y las cuencas hidrográficas también están sufriendo.
En Palmeirante, un municipio rural del estado de Tocantins, el campesino de subsistencia Ronivon Matias de Andrade culpa a la expansión de las megagranjas por dañar una fuente de agua comunitaria.
La vida silvestre del lugar está bajo presión a medida que el hábitat se reduce. Más de 300 especies que viven en el Cerrado están consideradas en peligro de extinción, según el gobierno.
Entre ellas hay 44 tipos de peces raros, únicos del Cerrado, cuyas cortas vidas comienzan con las lluvias de primavera y terminan con el calor del verano. Los científicos sospechan que el aumento de los períodos de sequía podrían estar interrumpiendo sus delicados ciclos de reproducción.
Otras criaturas, incluidos los ñandúes, aves gigantes parecidas al avestruz, pronto se unirán a la lista de especies en peligro si no se toman medidas, dice Ricardo Machado, profesor de zoología de la Universidad de Brasilia. En su opinión, la cantidad de aves ha caído por la pérdida de la cobertura terrestre nativa, clave para la cría y el anidamiento.
Mientras, el agricultor Pansera ve un gran futuro por delante para sus tierras del Cerrado. A inicios de este año, mientras supervisaba la cosecha en su terreno, observó un par de máquinas cosechadoras trabajando entre las hileras de plantas de soja. Los enormes equipos se quedaban con los granos y los lanzaban hacia los camiones que transitaban justo detrás para atraparlos.
Pansera dijo que no hay futuro sin crecimiento y que la región fronteriza de Matopiba apenas está comenzando. Planea plantar 180 hectáreas adicionales de soja el próximo año en terrenos recientemente despejados.
«Aún hay extensas áreas con potencial para ser abiertas», dijo. «Este será uno de los grandes polos de la agricultura de Brasil».
Fuente: La Nacion