Caos hídrico y ecología política. Inundaciones sudamericanas.
Las recientes inundaciones en las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay cobraron notoriedad por dejar a miles de familias evacuadas. Pero también mostraron las consecuencias de un persistente deterioro ambiental, la incapacidad de los gobiernos en coordinar sus políticas en ambiente y aguas, y el avance del desarrollo convencional.
Se han esgrimido varias razones para explicar las inundaciones que ocurrieron a fines de 2015 e inicios de 2016. Muchos identificaron el fenómeno climático conocido como El Niño como el principal responsable de las intensas lluvias producidas en la cuenca, pero otras voces señalaron la falta de planificación en la urbanización de ciudades ribereñas, las escasas obras de contención para evitar los desbordes, la ausencia de sistemas de alerta y de estrategias de evacuación y los efectos de las represas.
Otro factor identificado como responsable son las estrategias extractivistas promovidas en los últimos años en la región, en particular el monocultivo de soja que provocó una severa deforestación eliminando (como sostiene Darío Aranda[1]). En efecto, durante lo que va del siglo se intensificó en los cuatro países de la cuenca del Paraná y Uruguay el monocultivo de soja a gran escala destinado a la exportación. Los impactos sociales y ambientales de esa estrategia han sido debidamente estudiados y denunciados en varias oportunidades (por ejemplo, desde CLAES en Lapitz, Evia & Gudynas [2]).
A su vez, un factor que también ha sido señalado, aunque con menos énfasis de lo que se debería, es la pérdida de humedales y zonas de bañados en los países de la región (ver por ejemplo la posición de los Guardianes del Iberá, Argentina [3]). Los humedales se sitúan en tierras bajas y actúan como una esponja natural capaz de contener grandes cantidades de agua. La pérdida de estas áreas con fines productivos –principalmente para el cultivo de arroz y la forestación– ha provocado cambios en el régimen hídrico, y las aguas llegan a nuevos sitios, inundándolos.
La irrupción de estas grandes inundaciones y sus miles de evacuados dejan muy en claro la gravedad del problema. Pero también muestra que hay muchos factores intervinientes, y se vuelve muy difícil indicar si uno fue el más importante. Por lo tanto, estamos ante escenarios caóticos en el manejo y gestión de los sistemas hídricos en la región. En unas regiones llovió en demasía, en otros sitios desaparecieron los humedales y bosques que amortiguan el crecimiento de los cursos de agua, y en otras zonas los sectores más pobres invaden las orillas de los ríos. A su vez, se autorizan distintas canalizaciones, desecaciones, deforestaciones y otras intervenciones en los ecosistemas.
Las perspectivas convencionales tienen muchas dificultades para lidiar con estos fenómenos que involucran a muchos factores sobre el ambiente. Es que las posturas tradicionales piensan usualmente en relaciones directas entre unas pocas causas y sus efectos. En estos casos, en cambio, interactúan múltiples procesos, no hay necesariamente vínculos simples causa-efecto, y todos ellos se derraman en enormes áreas geográficas. A su vez, la visión simplista pone toda su fe en unas pocas respuestas, olvidando que muchas veces las estrategias paliativas pueden contribuir a agravar el problema. Por ejemplo, una solución a escala local (como puede ser construir defensas para evitar las crecidas), podría agravar la problemática a escala regional. Finalmente, tampoco puede olvidarse que los tiempos políticos son muy distintos de los tiempos de los ecosistemas.
Algunos de estos factores son globales, como El Niño, pero la mayor parte de los otros son de resorte nacional e incluso local, como tolerar la deforestación o permitir desecar humedales. Los gobiernos involucrados en estas inundaciones han acusado a El Niño e incluso al cambio climático global, ya que eso les permite desviar la atención sobre sus responsabilidades nacionales y locales.
A su vez, mientras estas inundaciones se manifiestan como un drama regional, afectando a cuatro países, no existen buenos mecanismos de coordinación entre los estados para lidiar con el manejo del agua y los ambientes compartidos. No ha sido posible lograr en el seno del MERCOSUR efectivas gestiones de cuenca.
La propia cobertura en los medios de prensa convencionales es sintomática de la mirada fragmentada que se tiene sobre el tema; en particular en Argentina y Uruguay se señala a la inundación como un fenómeno que “viene de afuera” y sobre el que poco podemos hacer más allá de tomar recaudos para minimizar sus impactos. Las referencias a otros países no van más allá del conteo de evacuados y alguna referencia puntual, como la evacuación de los leones de un zoológico en una ciudad uruguaya. No se dimensiona ni se responsabiliza a las estrategias productivas utilitaristas sobre el ambiente promovidas desde todos los países de la cuenca.
A diferencia de la mirada convencional, debe entenderse que problemas como estas inundaciones, sin duda pueden estar agravados por una transformación global (cambio climático), pero sobre todo son consecuencia de decisiones tomadas en cada país. En tanto los efectos se vuelven regionales, es necesario trascender las lógicas nacionales, para pensar y diseñar las soluciones entre los cuatro países involucrados (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). Sus contenidos no pueden ser solamente las respuestas en la emergencia, tales como los planes para lidiar con miles de evacuados, sino también organizar planes de acción para evitar que ocurran esas inundaciones y que si suceden, evitar que afecten a miles de familias.
Es necesario generar mecanismos que permitan la participación de la ciudadanía en la discusión y fortalecer el vínculo entre las comunidades de la cuenca. Aquí una vez más la visión fragmentada promovida por los gobiernos y los medios ha consolidado un nacionalismo estrecho. Se amplifican las diferencias entre comunidades que tienen mucho en común desde el punto de vista cultural e histórico, y que obtendrán mayores beneficios en el trabajo conjunto antes que en la confrontación. La perspectiva de bioregiones es una alternativa a tener en cuenta, en la línea de desarrollar estrategias de complementariedad ecológica y productiva entre los países.
Los gobiernos de la región han minimizado –cuando no ridiculizado– las advertencias de organizaciones ambientalistas y de la academia; otro tanto han hecho con las miradas de las comunidades locales e indígenas. Pero la discusión e investigación sobre las inundaciones como fenómeno socioambiental debe ser un asunto prioritario y darse en un marco muy amplio, donde sean escuchadas todas las voces y los actores involucrados.
En la medida en que prevalezcan miradas sesgadas con énfasis utilitaristas –sean promovidas por gobiernos progresistas o por gobiernos de derecha– que consideren a la naturaleza como un conjunto de recursos destinados al consumo humano, seguiremos asistiendo año a año a los efectos de cada nueva inundación sobre las comunidades y el ambiente.
Referencias
[1] Aranda, Darío. La mano humana tras el agua. Página 12, 29 diciembre 2015 http://goo.gl/y9A50o [2] Lapitz, R., Evia, G. y Gudynas, E. (2004) Soja y carne en el Mercosur. Comercio, ambiente y desarrollo agropecuario. Editorial Coscoroba, Montevideo. Disponible en http://agropecuaria.org/sojacarne/index.html [3] Argentina: Inundaciones, arroceras y forestaciones agravan la situación del incremento de cuerpos de agua en Corrientes. BiodiversidadLA http://goo.gl/qvdFGm– Gonzalo Gutiérrez Nicola es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). www.ambiental.net
Ecoportal.net