La biodiversidad resiste en las banquinas
Ante el avance de la soja y la intensificación agrícola la biodiversidad resiste en las banquinas.
En la Facultad de Agronomía investigan qué sucedió con la flora y la fauna pampeana luego de la intensificación agrícola. Detectaron buenos reservorios al lado de las rutas y bajo los alambrados.
El achicamiento de la ganadería y la expansión de la agricultura de la mano de la soja convirtieron el paisaje de la región pampeana en una especie de océano con pocas islas de vegetación natural. Frente a las consecuencias negativas de este proceso, investigadores de la Facultad de Agronomía (FAUBA) estudiaron los ecosistemas que sobrevivieron. Y son optimistas: dicen que la biodiversidad puede recuperarse rápidamente a partir de reservorios de vegetación de las banquinas y los alambrados.
“Empezamos estudiando las malezas dentro de los lotes (sembrados). Al preguntarnos de dónde provenían, nos pusimos a estudiar los bordes de los cultivos, los alambrados y los costados de los caminos, pensando que eran refugio de malezas. Para nuestra sorpresa, una parte importante de la flora del pastizal nativo estaba representada en esos lugares, que nosotros llamamos corredores rurales”, contó Santiago Poggio, docente de la cátedra de Producción Vegetal de la FAUBA.
Según un artículo publicado en el sitio de divulgación científica Sobre La Tierra, esos corredores rurales proveen una cantidad de funciones ecológicas vinculadas a la biodiversidad. Entre otras, facilitan el movimiento de animales en el paisaje, sirven de hábitat para plantas, animales e insectos (allí se aparean, anidan, encuentran protección, se alimentan, etc.), hacen de filtro (muchos animales no llegan a cruzar las rutas) y facilitan que ciertos organismos migren a otros ambientes. Obviamente, también pueden actuar como fuentes de plagas y de malezas para los cultivos.
Poggio y su equipo evaluaron la capacidad de recuperación de la biodiversidad a partir de corredores rurales en experimentos ubicados en un campo de la empresa Syngenta, en la provincia de Santa Fe. “Instalamos dos tipos de parcelas. En unas se dejó de aplicar herbicidas y de cortar la vegetación; en otras se siguió adelante con esas prácticas. Al cabo de seis meses, la vegetación se había recuperado», comentó.
Pero al agrónomo lo sorprendió mucho más «que en un lapso más breve aun ya se había recobrado la comunidad de insectos, en su mayoría polinizadores y depredadores de otros insectos herbívoros. Incluso, observamos que ave típica de las pampas, el tinamú moteado, en pocos meses había logrado anidar, oviponer y tener sus crías”.
A partir de esos resultados, Poggio comenzó a repensar los corredores rurales como hábitats que sostienen una parte importante de la biodiversidad en los paisajes agrícolas. La diversidad biológica es clave para la producción agrícola, ya que está relacionada íntimamente con la descomposición de los restos de cosecha (hongos, bacterias y otros organismos muy pequeños), la nutrición de los cultivos y la salud del suelo. También permite regular el impacto de malezas y plagas (roedores que comen sus semillas o avispitas que parasitan a insectos plagas de cultivos).
Fuente: noticias-ambientales