La importancia de conservar la biodiversidad en las ciudades
Las reservas naturales protegidas en los ámbitos urbanos sostienen una variedad impensada de flora y fauna.
Científicos de la UBA estudiaron cómo se relacionaban entre sí una enredadera, una mariposa y diversas hormigas, y reflexionaron acerca del valor de preservar estos ambientes.
Imaginar a la ciudad de Buenos Aires es pensar, antes que nada, en asfalto y en cemento. Sin embargo —y por fortuna—, en esta gran urbe también hay áreas naturales protegidas del avance de las edificaciones. Un ejemplo es el Parque Natural Municipal Ribera Norte (PNMRN), en la localidad bonaerense de San Isidro, donde investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) estudiaron las interacciones ecológicas entre tres organismos: la planta Passiflora caerulea, varias especies de hormigas que se alimentan de su néctar y las larvas de la mariposa Agraulis vanillae, que comen sus hojas. Hallaron que las hormigas, como virtuales ‘guardaespaldas’, defienden su fuente de alimento contra la presencia de huevos y de larvas. Basados en este trabajo, los científicos destacan el valor de preservar la naturaleza en las ciudades.
“A partir de la inquietud de un alumno nos resultó interesante investigar la relación entre las larvas de la mariposa Espejitos —científicamente, A. vanillae— y la planta nativa conocida como Pasionaria o Mburucuyá —P. caerulea—, de la cual se alimentan. Y para hacerlo en condiciones naturales, pedimos permiso para realizar el estudio en el PNMRN, donde había plantas de Pasionaria. Este lugar precioso en medio de la ciudad nos tenía preparada una sorpresa: en las hojas de Pasionaria, además de larvas y huevos de Espejitos había cinco especies de hormigas que se alimentaban del néctar de la planta”, contó Mariano Devoto, docente de la cátedra de Botánica General de la FAUBA.
Devoto, quien también es investigador del Conicet, comentó que él y su grupo sabían que esas hormigas pueden reducir la cantidad de huevos y larvas de mariposas, y se preguntaron si en el PNMRN estarían protegiendo de las larvas al Mburucuyá ‘a cambio’ de su líquido azucarado. “Decidimos estudiar las tres interacciones a la vez: la herbivoría de las larvas de Espejitos sobre la Pasionaria, la Pasionaria brindándole néctar a las hormigas y las hormigas defendiendo, a modo de ‘guardaespaldas’, esa fuente de alimento. Queríamos ver si las hormigas protegían a la planta”.
“Hicimos un experimento en el que excluimos o no a las hormigas de las Pasionarias y luego comparamos entre ambas situaciones cuántos huevos y larvas de Espejito quedaban en las hojas y cuanto de cada planta se habían comido. Encontramos que la presencia de las hormigas bajó el número de huevos y de larvas entre un 30 y un 20%, respectivamente. Sin embargo, la magnitud del daño por herbivoría no disminuyó, y eso se debió a que había otros insectos en el ambiente que se alimentaban del Mburucuyá”, explicó Devoto, quien publicó estos resultados en la revista científica Ecología Austral.
El investigador señaló que su estudio refleja cuán complejas pueden ser las interacciones entre tres especies, y en particular en sistemas formados por plantas, herbívoros y hormigas, y añadió: “Además, existen muchos factores que también pueden influir sobre cómo las especies involucradas resultan afectadas. Por ejemplo, en nuestro caso, hubo pequeños escarabajos que se alimentaron de la Pasionaria hacia el final del estudio”. En este sentido, resaltó que desde el punto de vista de la conservación de la biodiversidad y sus funciones en un ambiente urbano, es muy valioso haber registrado que estas interacciones ocurrían en una reserva ecológica urbana como el PNMRN.
Islas en el cemento
Devoto destacó que el PNMRN protege un humedal costero que tiene una fisonomía natural y, como tal está sujeto al régimen de mareas del Río de la Plata. Sus diversos ambientes contienen una riqueza muy alta de fauna y flora nativas. “Más allá del hecho puntual de lo que sucedió en nuestra investigación, es importante haber confirmado que el parque y sus especies funcionan tal cual como en la naturaleza, aunque estén inmersas en la ciudad”.
“Por un lado, P. caerulea es una planta nativa de Sudamérica; por el otro, A. vanillae es común en toda América y es específica del Mburucuyá y otras especies afines, ya que sus larvas sólo se alimentan de plantas del género Passiflora. Para mí, es fabuloso que la relación que se da entre estas dos especies en todo el continente tenga lugar en esta pequeña reserva, y de forma tan natural”.
“Al mismo tiempo, fue importante haber registrado que el Mburucuyá es una planta clave en la ribera platense por ser fuente de néctar para diferentes especies de hormigas y como alimento para una cantidad de otras especies, incluyendo aves, que también habitan el PNMRN. Todas están involucradas en una red amplia de interacciones”, dijo Devoto.
Interrogantes y reflexiones
El investigador indicó que su trabajo abre nuevos interrogantes como, por ejemplo, si las interacciones estudiadas se repiten, y con qué resultados, en otras áreas naturales urbanas protegidas, como la Reserva Otamendi o la Reserva Ecológica Costanera Sur. Por su mayor tamaño, es probable que éstas posean una fauna de hormigas más diversa y abundante. “Existen escasas publicaciones sobre el tema y queda mucho por investigar”.
“Las reservas en el ámbito de las ciudades funcionan como verdaderas ‘islas de biodiversidad’ donde las especies que coexisten e interactúan entre sí constituyen sistemas ecológicos interesantísimos. Esto nos lleva a pensar en la importancia de fomentar acciones tendientes a la preservación de este tipo de ambientes”, finalizó.
Fuente: sobrelatierra.agro.uba.ar