Parque Nacional Iberá: un sueño más cerca de concretarse
Cuando la creación del Parque Nacional Iberá sea ley, se habrá cumplido el sueño más ambicioso del conservacionista norteamericano Doyglas Tompkins. El legado de Douglas Tompkins, que en su tiempo compró miles de hectáreas para restaurar y convertir en Parques Nacionales, es ahora el compromiso de Sofía Heinonen, una apasionada bióloga que quiere completar esa obra.
Porque, a las 150 mil hectáreas donadas, se añadirán las de la reserva y parque provinciales, una trama de lagunas, canales, embalsados y esteros que conviven conformando el segundo humedal del planeta, en una superficie de 1,3 millones de hectáreas.
Ubicado en el enorme corazón de Corrientes, el proyecto implica, por añadidura, la reintroducción del yaguareté, el gran felino americano que estaba a punto de extinguirse y que se suma a la lenta y paciente recuperación del oso hormiguero, venados y el aguará-guazú diezmados por la caza y la desaparición del hábitat a manos de proyectos agroindustriales.
El legado de Douglas Tompkins, que en su tiempo compró miles de hectáreas para restaurar y convertir en Parques Nacionales, es ahora el compromiso de Sofía Heinonen, una apasionada bióloga que quiere completar esa obra.
«Me impresionó su visión de restaurar los Esteros del Iberá y su entusiasmo para protegerlo con la máxima categoría de conservación. Dos temas difíciles de soñar. Pero, cuando adquirió las tierras, ya tenía claro que quería traer de vuelta al yaguarete y crear el parque nacional mas grande de la Argentina. Una genialidad, y una audacia fuera de serie, que sólo con su tenacidad podía hacerse real», dijo a Télam Heinonen, que quedó al frente de la Conservation Land Trust (CLT) y la Fundación Flora y Fauna (FFF).
Tompkins, que fue discutido durante muchos años por su nacionalidad y por la compra de grandes extensiones de tierra en lugares estratégicos, tenía como contracara de ese prejuicio la popularidad entre los conservacionistas, que lo apreciaban por lo que hacía y por los objetivos que se proponía alcanzar, como la restauración ecológica o el desarrollo económico ecolocal, bien alejado del dominante modelo tecnoindustrial.
Para el común de la gente, el concepto de «restauración ecológica» puede resultar novedoso. Por eso la bióloga Heinonen explicó que se trata de «una visión que en Latinoamérica no existe, porque tenemos tanto territorio y tantos ecosistemas por conservar que no nos planteamos recuperar las especies que se extinguieron».
¿Y en qué consiste restaurar ecosistemas? En que «no hay que darse por vencido cuando hay especies extinguidas. Hay que creer que se pueden recuperar. Es como si después de la Segunda Guerra Mundial los europeos se hubieran dado por vencidos y se hubieran quedado viviendo entre ruinas. Acá es lo mismo, hay posibilidades de restaurar y eso es lo que estamos tratando de hacer en Iberá: demostrar que se pueden recuperar la calidad de los procesos ecológicos», argumentó.
Agregó que, justamente, entre los grandes aportes que hizo Tompkins a la cuestión ambiental están la idea de que en el mundo «más allá de los paisajes hay que hacer que los ecosistemas funcionen» y, por otra parte, que los parques nacionales, esas enormes áreas protegidas que conservan flora y fauna nativos y representativos «sirvan como motores de economías locales».
Heinonen, que antes de trabajar en CLT y otras ONG’s vinculadas a los ambientes naturales y que perteneció a la Administración de Parques Nacionales (APN) durante quince años, dijo que la idea es que las comunidades vecinas «sientan» que la creación de una parque nacional es «una bendición, un maná caído del cielo» en lugares que para otras producciones son marginales, «así acceden a ser el centro del mundo, existe la posibilidad que sean conocidos, se sienten orgullosos del lugar donde viven, reciben visitantes que llegan de lugares remotos sólo para ver la fauna y su cultura».
Esta es la idea dominante para el futuro Parque Nacional en los esteros del Iberá, con el avistaje de las más de 350 especies de aves, o la posibilidad de ver muy de cerca a los yacarés negros u overos, todo un espectáculo; al igual que los venados, que ahora se observan con facilidad luego que casi desaparecieron a manos de cazadores.
Y si en los esteros correntinos hay biodiversidad para satisfacer al más exigente de los naturalistas también hay una cultura que emerge de sus antiguos pobladores, que practican la influyente lengua guaraní -un idioma extendido por todo el continente- quienes con un modo de vida apacible y sujeto a la naturaleza ofrecen a los visitantes la paz de sus días.
«Somos un equipo muy grande, más de 60 personas, que aprendimos con Tompkins a llevar adelante todas estas tareas y tenemos la clara intención de completar su obra», afirmó Heinone.
«Y no sólo eso, sino intentar crear más parques en la Argentina, transmitir nuestro conocimiento, entusiasmar a otros para que se sumen. Estamos muy contentos de haberlo tenido trabajando en Argentina, y queremos multiplicar el legado que él nos dio», concluyó.
Fuente: Telam